jueves, 1 de marzo de 2012

Historias al calor de un café (II)

Año 2015.
Alia abre los ojos con los primeros rayos de luz. Apenas ha dormido un par de horas, le costo muchísimo conciliar el sueño y si finalmente lo hizo fue por agotamiento. Es comprensible cuando sabes que esa es la última noche de tu vida.
Alia nació hace 24 años en Tanger. Era hija de un reputado médico cuyo sueldo daba para mantener con comodidad a su mujer y sus tres hijas. Alia era la menor. Sus padres, aunque religiosos eran tolerantes y nunca la obligaron a llevar pañuelo, aunque igualmente, cuando llego el momento decidió ponérselo, más por no desentonar con sus compañeras que por convicción. Su vida transcurrió serenamente hasta el año 2011, cuando empezaron a llegar a su país aires de cambio dentro de la llamada primavera árabe. De su padre había heredado el espíritu crítico, achacaba a occidente el olvido y el odio suscitado contra ellos, pero también a sus gobernantes la corrupción y la represión contra su pueblo y a los movimientos religiosos su fundamentalismo, sin embargo siempre lo había aceptado como algo inamovible.
Lo que antes parecía incontestable empezaba a dejar de serlo, el pueblo perdía el miedo y de Egipto y Tunez llegaban increibles noticias de gente en plazas que tumbaba tiranos, de represión, pero también de cambio, de muerte y de dignidad. Como si de un virus se tratase se contagio de ese espíritu y pronto comenzó a moverse en grupos opositores al régimen, a participar en manifestaciones, a ir a reuniones clandestinas.
Pronto su energía y su inteligencia destacaron sobre sus compañeros y dos años después de haber comenzado su militancia ya era ella la líder de un movimiento de mujeres que reclamaban el cambio político de su país, pero también sus derechos para no ser tan solo un producto en manos de sus maridos o padres. Al mismo tiempo se enamoro de un joven militante con quien empezó un noviazgo. Su vida no podía ser más plena.
Pero la intensidad del movimiento no paró de aumentar, el gobierno temeroso de los movimientos sociales aumentó su represión contra el pueblo, cada manifestación era susceptible de convertirse en una tragedia.
A principios de 2014, al tiempo que introducía leves cambios en la Constitución, el gobierno endureció el código penal aumentado los casos en los que se pudiera aplicar la pena de muerte y los años de prisión.. Esto conllevó una respuesta social aun mayor, las calles de las principales ciudades de Marruecos se llenaron de gente, pero también de militares. Alia nunca faltaba a las manifestaciones y siempre se posicionaba en lugares principales con sus jóvenes seguidoras tras ella. Su fama se extendió entre el pueblo sediento de libertad de Tanger, pero su nombre también apareció en informes que llegaban a manos de oscuros secuaces del régimen, y fue entonces, cuando una noche entraron en casa de los padres de Alia y dos policías se la llevaron con ellos.
Desde ese momento comenzó un calvario que ya duraba un año. Las palizas en comisaria, las vejaciones, el miedo y el desconcierto de unos padres y un novio que luchaban por su libertad y finalmente una suerte de juicio que la condenaba irremediablemente a la pena de muerte. Recurrieron cuanto pudieron, pero el gobierno se encargaba de que todo eso cayera en saco roto y el 14 de abril fijaron su ejecución en la horca.
Ahora recuerda todos esto, sentada en la cama esperando el fatal desenlace, no lamenta nada de lo que ha hecho, lo volvería a hacer sin duda, solo se arrepiente quizá de no haber sido mas fuerte cuando la torturaron y darles la satisfacción de oirla gritar. Pero eso ya no importa, ya no importa nada, solo sabe que va a morir.
Escucha a través de los muros voces confusas en el cuartel donde se encuentra confinada. Después de un rato escucha como se abre la puerta, se acerca el momento de la verdad y trata de concienciarse para ser fuerte. Para su sorpresa entra en su celda un joven militar con gesto confuso que mira con cautela alrededor acercándose finalmente a ella y extendiéndole un papel con una mezcla de miedo y respeto.
  • Nos acaba de llegar esto desde Rabat.
Lee el papel. “Los milicianos han tomado los principales edificios administrativos y militares, nuestro rey Mohamed VI ha abdicado y cede su poder a un gobierno de concentración nacional que se hará cargo del país hasta la convocatoria de elecciones.”
Cuando termina de leer la carta el militar ya se ha ido, pero la puerta esta abierta. Sin saber si es cierto o aun sueña, sale de su celda y sube a las dependencias superiores donde decenas de militares nerviosos corren de un sitio para otro sin saber que hacer. Pasa inadvertida entre ellos y sin poder continuar por la emoción se sienta en el suelo y estalla en llanto. Así pasan los minutos, quizá las horas, sin poder creer su situación, a esas horas pensaba que ya estaría muerta y ahora volverá a abrazar a sus padres y a sus hermanas, volverá a besar a su novio, tendrá hijos y envejecerá en un país libre.
Finalmente se escuchan ruidos confusos fuera que van aumentando, hasta que irrumpen en el cuartel un centenar de milicianos. Van armados con fusiles, la ropa sucia y el gesto cansado, pero exultantes de alegría. Los militares se miran asustados, pero no es a hacia ellos hacia quien se dirigen, es hacia Alia a la que alzan en sus brazos, ella es su símbolo, así entraran en Tanger.

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